Leyendo libros: La fórmula preferida del profesor

La fórmula preferida del profesor
Yoko Ogawa


Traducción: Yoshiko Sugiyama y Héctor Jiménez Ferrer
Edición: Funambulista
Páginas: 320
Novela, Drama
PVP: 17 € (Rústica)

Una joven madre soltera comienza a trabajar como asistenta doméstica de un profesor de matemáticas jubilado que, a causa de un accidente de tráfico ocurrido años atrás, ha perdido la autonomía de la memoria, por lo que no puede retener en su cabeza nada pasados 80 minutos. Cada mañana el profesor tiene que levantarse y descubrir que sus últimos recuerdos tuvieron lugar hace años, mientras que la asistenta debe hacerse cargo de una persona que no la reconoce a ella, pero tampoco al mundo en el que vive.

Al ver que el anciano utiliza las matemáticas tanto como escudo ante este mundo que le es ajeno, así como forma de comunicación, ella y su hijo Root (raíz cuadrada, mote cariñoso que le pone el profesor) comenzarán a interesarse por esta disciplina, creándose entre los tres una relación especial.

Se me hace imposible no empezar hablando de los personajes de La fórmula preferida del profesor, quienes, a mi parecer, son bastante destacables. Aparecen pocos, prácticamente solo son los tres protagonistas, reduciéndose el resto prácticamente a una simple mención (salvo la cuñada del profesor, que tendrá cierta importancia). Pero su autora, la japonesa Yoko Ogawa, sabe que calidad es mejor que cantidad, por lo que presenta personajes bien trabajados dentro de su cotidiana sencillez, opuestos entre ellos, pero combinados a la perfección.

El profesor, en un principio reservado y huraño, irá abriéndose y dejando ver su verdadero carácter afable. Root se sabe querido por su madre, quien es su único familiar, pero pasa mucho tiempo solo debido al trabajo de esta. Gracias a la insistencia del profesor a que pase las tardes con ellos, Root encontrará un abuelo cariñoso y un mentor matemático al que le une su afición al béisbol. Por otro lado, la asistenta es una muestra de que bondad y fortaleza no son virtudes incompatibles. Con infinita paciencia consigue conectar con el profesor, sin más intención que la de hacerle más feliz su desdichada existencia, lo que acaba compensándola con el amor y la gratitud del anciano.

Pero más que de personajes, diría que esta es una novela de relaciones. Y concretamente de relaciones de amor. Es el amor a la familia, el amor a los amigos. Los lazos que unen a trío protagonista son verdaderamente conmovedores. Un afecto sincero e inocente que les ayudará a enfrentarse a las adversidades de un día a día especialmente complicado.

Y no el amor entre los personajes humanos. La fórmula preferida del profesor es una novela con una clara intención divulgativa. La pasión del profesor por las matemáticas no es solo contagiosa para la asistenta y a su hijo, sino también para el lector. En Japón esta novela tuvo un gran éxito y consiguió que muchos jóvenes se adentrasen en el mundo de los números. Incluso una persona tan esquiva con las matemáticas como yo ha llegado a emocionarse con las explicaciones del profesor sobre distintos conceptos.

Hay algo cálido y limpio en esta novela, de lectura amable y reposada. A pesar de la dramática situación en la que los personajes se encuentran, Yoko Ogawa consigue, con una gran sensibilidad narrativa, crear una historia tierna y llena de optimismo sobre el sacrificio, esfuerzo y las relaciones humanas que tocará la fibra sensible de más de uno, especialmente de aquellos que hayan tenido personas mayores a su cargo.

Y ya terminando, creo que puede ser una lectura interesante para aquellos que quieran acercarse al mundo japonés. Obras como las de Kawabata o Souseki, si bien su calidad literaria es innegable, sin duda suponen un choque cultural demasiado grande para aquellos que no estén familiarizados con la mentalidad y forma de hacer de los nipones (algo que nos pasa a todos). La fórmula preferida del profesor es, gracias a su carácter costumbrista, un interesante escaparate de la vida diaria e intereses de los japoneses, pero sin dejar de ser una lectura más que asequible para el occidental medio. ¿Quién se hubiera imaginado que el deporte más popular de Japón no es sino uno tan poco japonés como el béisbol?

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