Leyendo libros: Los años ligeros

Los años ligeros. Crónicas de los Cazalet (Parte 1)
Elizabeth Jane Howard


Traducción: Celia Montolío
Edición: 2018. Siruela, Nuevos Tiempos 371
Páginas: 436
Novela, Costumbrismo, Drama
PVP: 24,95 (rústica), 11,99 (eBook)
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Se me hace difícil hablar de esta novela. La por primera vez hace exactamente un año a sabiendas de que muy probablemente me gustase, puesto que la conocí gracias al canal de YouTube Libros Prestados, una de mis principales referencias literarias, puesto que creo que Eli y yo tenemos gustos similares (que no iguales, a mí sí me gusta Vuelta de tuerca, por ejemplo). Lo que ya no me esperaba es que fuese la mejor lectura del año, y no precisamente porque haya abundado la mala calidad en 2018 (de hecho, ha sido un año sorprendentemente satisfactorio). Me gustó tanto que, un año después, la he vuelto a leer para refrescarme ciertos datos antes antes de pasar a la segunda, Los años de espera.

Vamos a ver si soy capaz de explicar por qué me ha calado tanto, aunque es difícil. Es una novela muy costumbrista, tanto que casi se puede decir que no cuenta una historia, sino más retazos de una, retazos de la historia de los Cazalet, una familia británica de clase media-alta dedicada a la industria maderera. Podría decirse que el libro consiste en echar un vistazo a tres momentos puntuales y ver cómo funcionan los distintos miembros de la familia.

Postal de los años 30
El primero de estos momentos tiene lugar en  Londres, 1937, antes de la vacaciones familiares. Este es casi un prólogo para que nos situemos y sepamos quiénes son los tres hermanos Cazalet, sus esposas, tropa de hijos y personal doméstico. El segundo vistazo sucede, ya a principios de las vacaciones de verano de ese mismo año, con todo el clan reunido en el hogar de los patriarcas, Home Place, en la costa de  Sussex. El tercero, a finales de verano de 1938, otra vez con la familia en Sussex, a la que se ha unido un buen número de parientes políticos. Como se adivina por las fechas, hay en marcha un conflicto que no termina de estallar.

Con detallismo y mimo, Elizabeth Jane Howard nos muestra el reflejo de unos años de ingenuidad y rutina, donde la guerra anterior es un recuerdo desagradable para unos y un emocionante elemento de leyenda para otros, o incluso una amenaza latente que no se quiere mencionar; tiempos dónde el tiempo no pesa y pasa rápido, fluido, con días tranquilos y casi idénticos a los anteriores, con los mismos juegos, lecciones, negocios, tareas del hogar o discusiones. Pero incluso la rutina más estática se ve salpicada, a veces de forma sutil, de ciertas interrupciones (un nacimiento, un nuevo amor, un abuso, una excursión, una noticia en la radio) que, aunque puedan parecer superfluos la mayor par de las veces, con frecuencia son lo que le da sabor a esos días y lo que hace que más de 400 páginas se hagan pocas, porque no pasa nada y a la vez pasa de todo. Todo perfectamente entramado e hilado.

Reparto de la serie de 2001.
Se ve que prefirieron ahorrarse a Simon.

Es una historia con regusto clásico, pero que no deja de ser moderna. Se nota que la autora conoció la época que trata, pero que puso por escrito su obra mucho después, ya a finales del siglo XX, puesto que trata temas que yo desde luego no he visto nunca pasmados en una obra de principios ni mediados del siglo. Además, es una novela muy femenina, pues si bien es muy coral tiene puesto un foco muy potente en las chicas de la familia (sobre todo en las primas Louise, Polly y Clary), tratando temas como el embarazo, la maternidad, la pubertad, la menstruación o la dificultad de acceder a una educación superior y tener una carrera profesional.

Hablando de la su carácter coral y detallismo, sí, es fácil perderse entre tantísimas descripciones y personajes. Yo misma he reconocido que he preferido releerla antes de lanzarme a por su continuación porque me bailaban mucho datos. Esto puede ser un problema si no se está acostumbrado, pero a quien no le importe seguramente disfrute mucho del libro. 

Por cierto, algo que he visto en algunos libros corales es que a pesar de que el narrador cambie el punto de vista de la historia cuando pasa de un personaje a otro el tono no cambia, pareciendo que todos sienten y viven igual. Aquí eso no pasa. Cada personaje tiene su propia voz, puedes saber a qué punto de vista ha pasado Howard sin que aclare quién es el personaje. Y esto es especialmente interesante porque conocemos a personas muy diferentes: a adultos cínicos, a niños que no saben mentir, a personas con grandes secretos, a hombres de negocios preocupados por su empresa, a burguesas caprichosas, a trabajadoras que deben elegir entre comprarse una prenda o comer caliente... Todo esto, es necesario decirlo, perfectamente reflejado en la traducción de Celia Montolío, que ha realizado un trabajo muy cuidado, a la altura de la autora del original.

Moda femenina elegante de la época

Yo solo puedo recomendarlo a todas aquellas personas a los que les gusten las historias con una ambientación muy británica, lentas e íntimas. Las mujeres seguramente encontraran comprensión en la prosa de Howard y los hombre quizás puedan comprender muchas cosas que no se atreven a preguntar.

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